miércoles, septiembre 05, 2007

En mi pecho


En mi pecho, corazón,
late libre, sin temor.
Déjame ser verso de amor,
la devoción de un amigo.
Mucho tiempo sombra fuí,
en mi mismo me perdí.
De tí aprendí a ser la mano que da
sin recibir,
generosa y leal.

¿Qué es la vida? absurdo trajín.
Dame alma, calor.
Ser tan limpios como la nieve que cae.
Todo tiene quien todo da.

Nada espero, nada sé,
nada tengo, sólo fe.
Y donde estemos, saber estar;
aunque sea ingenuo, no codiciar.
Nunca ceder ante la adversidad.
Quiero tener la alegría
del que está en paz.
Mis cadenas he de romper;
fuera penas, amargas como la hiel.

Música de "El Último de la Fila": En mi pecho
Óleo "Flor de mi pecho" por Sandra Pani

4 comentarios:

Tea Girl dijo...

Geniales... Y geniales sus canciones también.


Un beso dulce

Iohannes dijo...

Sólo puedo decirte (y después de tiempo sin escribirte nada): un beso muy grande, perla.
Por cierto, que pena no haber podido vernos en Granada. Me tomé un helado en un sitio que se llamaba "la Perla".

Juande

LaPeceraDePoe dijo...

El otoño es un dardo de fuego, viene cargado del aliento del invierno y del hálito del año que se va, y tú tienes que agachar la cabeza para que no te mate.
Apenas te habías despojado de la modorra estival y ya están aquí las hojas cayendo, húmedas por la llovizna lagrimal, y ha vuelto ese viento frío que se te aloja en el alma. Es el mismo nudo que tú sientes algunas mañanas al levantarte, al comprobar que el sol gandulea y aún es de noche, y también cuando vuelves a casa, sorprendido de que sea noche cerrada. Te da por pensar que la oscuridad se ha apropiado del mundo, pero pronto apartas ese pensamiento, pues tú continuarás haciendo el mismo trayecto. De todos modos encenderás la radio, y con el primer sorbo de café y las primeras palabras del locutor comprenderás que el mundo sigue en su sitio y que el tuyo es acompañarlo, amoldándote a él.
Es entonces cuando te pondrás tu armadura, y aunque algunas noticias se conviertan en dardos que se clavarán en ella, no por eso dejarás de limpiarla, de acicalar tu esplendor de caballero.
Tú has venido a ocupar un único lugar en el mundo, reservado para ti. Y aunque a menudo dudes de esas palabras, no por ello dejaras de prepararte todos los días para tu particular batalla.
Has aprendido que los campos y los ejércitos son diferentes, pero que lo esencial no cambia. Eres tú. La misma manera de enfrentarte al mundo. No te importe entonces que a ratos todo parezca salir mal o salir bien; para bien o para mal, lo que te sucede es el resultado de tu carácter, de tus decisiones y tus actos, o de las que otros tomaron o no llegaron ni siquiera a germinar, y si hay cosas que no controlas es porque, simplemente no están en tu mano. Lo que importa es que puedes disfrutar de un día más,
Por mucha maleza que haya delante fíjate en las cosas buenas, y si contigo se enfrenta un caballero, admira primero la elegancia de su planta y la inteligencia de sus palabras, tan parecidas a las tuyas, y antes de sacar la espada tiéndele la mano e incluso préstale tu escudo. Muéstrale tu propia armadura, repleta de dardos como la suya, y tal vez podáis charlar un rato, curar entre los dos vuestras heridas. Piensa que lo que dejes de hacer ahora, ya no lo harás, piensa que quien ama perdona mientras que quien no ama olvida, y no te reproches los encuentros y lo que algunos no llegaron a hacer, quizás el camino estuviese trazado así; por eso cuando el desánimo venga a visitarte despáchalo con firmeza y amabilidad.
Entre la idea que te hiciste de ti y lo que eres hoy, sólo media una forma de ver el mundo, y hay tantos espejos como edades. Detrás de esa arruga o cicatriz se esconde el niño que fuiste, pero también a fuerza de sonreír se marcan los pliegues de una madurez apacible.
Entonces estira el brazo tranquilamente. Sujeta la empuñadura con fuerza pero también con suavidad, y al tensar el arco recuerda que eres el arquero pero también la flecha lanzada desde el vacío a tu propia eternidad.
“Per áspera ad astra” (a través de las dificultades hasta las estrellas).

Anónimo dijo...

Siempre he considerado que es una idea hermosa aquella que nos dice que lo tiene todo quien lo da todo, ¿o es una idea local, tan idílica como irreal e imposible?
Sea como sea, algunas personas te hacen sentir generoso porque ellos demuestran serlo. Te hacen volver a la esperanza perdida, y a la fe.
Tengo fe en las personas, porque su amor y su cariño es que el que hace caminar hacia delante, mirando de vez en cuando atrás, a pesar de los recuerdos que duelen en el fondo de mi misma.
No siempre estoy a la altura, mi gran error, que intento cambiar cada día, la mayoría sin éxito. Así que supongo que perdí la fe en mí. Me quedáis sólo vosotros. Cada aliento de aire que tomo, es por vosotros; cada despertar, es para vosotros; cada sueño es por lo bueno que me regaláis; cada ilusión, es por vuestra mano que me guía: no soy nada sin aquellos a los que quiero y que me queréis.
La fe. Ya no sé qué es tener fe. Un término abstracto, pero que personifico cuando os miro. Fe. La Fe es vida, y la vida es amor. No hay vida sin amor; no hay fe sin vida. Podemos luchar por lo que queramos, pero al final todo se centra en un fin muy simple y sencillo. Por él me muevo, aunque en muchas ocasiones mis movimientos se centren en darme golpe contra las paredes; pero no lo pierdo de vista.
Siento barreras por todos lados, y soy consciente de que no existen, sólo existen los límites que yo me impongo. Hay todo un mundo ahí fuera, y la forma de llegar hasta él no es cambiando de ciudad, de gente o de trabajo: sino rompiendo los límites que nosotros nos imponemos. El día que rompa estas invisibles barreras, podré estar mucho más cerca de vosotros, y de la codiciada paz que todos anhelamos.
Y a ti... no puedo desearte mas que esto, y, sobre todo, susurrarte al oído mil veces: “gracias”