jueves, noviembre 30, 2006

La infidelidad en la era de la informática


¡Qué pequeño es el mundo y cuántas las casualidades! Las historias se repiten en cada esquina y por muy extrañas que nos puedan llegar a parecer, ya han ocurrido una y mil veces antes. A menudo llegas a pensar que son universales, que esa maraña de hilos que parecen inconexos nos unen a todos, independientemente del lugar, del idioma, de los colores y de los sexos. No pude evitar echarme a reir el otro día mientras escuchaba y prestaba atención a la letra de esta canción de Drexler. Y es que la realidad supera a veces con creces la ficción...

Aquel mensaje que no debió haber leído
aquel botón que no debió haber pulsado
aquel consejo torpemente desoído
aquel espacio, era un espacio privado

Pero no tuvo ni tendrá la sangre fría,
ni la mente clara y calculadora,
y aún creyendo saber en lo que se metía
abrió una tarde aquella caja de pandora

Y la obsesión
desencriptó lo críptico
viola lo mágico
vence a la máquina;
y tarde o temprano
nada es secreto
en los vericuetos
de la informática.

Leyó a mordiscos en un lapso clandestino
trangando aquel dolor que se le atragantaba,
sintiendo claramente el riesgo, el desatino
de la pendiente aquella en la que se deslizaba

Y en tres semanas que parecieron años
perdió las ganas de dormir y cinco kilos,
y en flashbacks de celos aún siguen llegando
las frases que nunca debió haber leído.

Y en esa espiral
la lógica duerme,
lo atávico al fin
sale del reposo;
y no hay contraseña,
prudencia, ni pin,
que aguante el embate
de un cracker celoso

Jorge Drexler "La infidelidad en la era de la informática"
Thanks for the heads up, Fabián

jueves, noviembre 23, 2006

La Canción de Penélope


"Penélope fue la esposa de Ulises. La leyenda y literatura clásica le han dado celebridad universal por la fidelidad guardada a su marido, a quien esperó durante viente años, mientras él se hallaba en la guerra de Troya. Entre las mujeres de los héroes que participaron en la toma de esta ciudad, es casi la única que no sucumbió a los demonios de la ausencia. Dada el largo alejamiento de su marido, pronto fue objeto de solicitaciones cada vez más apremiantes: todos los jóvenes de las cercanías pedían su mano y, como ella rehusaba, se instalaron en el palacio de Ulises; se dieron una vida espléndida y trataron de vencer la resistencia de la mujer arruinándola ante sus ojos. Penélope les dirigió violentas censuras, pero de nada sirvieron. Entonces acudió a una estratagema: les dijo que elegiría uno entre ellos cuando hubiera terminado de tejer la mortaja de Laertes. Y el trabajo que efectuaba durante el día lo deshacía durante la noche. Cuando Ulises regresa, no se da a conocer, por el momento, a su esposa. Durante el combate con los pretendientes, Penélope permanece en su aposento, profundamente dormida. Sólo después Ulises revela su identidad. Ella vacila, pero finalmente lo reconoce y la diosa Atenea cuidó de prolongar la noche siguiente, para que ambos amantes tuvieran tiempo de relatarse mutuamente sus aventuras y compartir dicha y amor"

Los ritmos, las circunstancias, los tiempos, las esperas y las desesperaciones, en muchos casos originados por ausencias, aparecen en cada rincón de mi vida en forma de historias particulares constantemente. La ausencia de alguien que no va a regresar nunca y la esperanza de volver a verle en otras vidas, otros mundos; pero con el coraje suficiente como para darse una última oportunidad, aunque la espera y la burocracía en más de una ocasión le ahogen en un océano de imágenes, a veces felices, a veces nostálgicas, a veces amargas. La ausencia de alguien que estuvo, que sigue sus pasos por el mundo, pero que camina en otra dirección y la otra mitad, como alma en pena condenada a repetir la misma historia, sigue vagando intentando encontrar un espejismo que sea el verdadero oasis que le de la paz y la tranquilidad que tanto ansía y ahuyente la mezquina soledad de una vez por todas. También topé con un Odiseo que me lanzó un bote salvavidas a las aguas de un mar muy oscuro y que ve como cada uno de sus tripulantes va dejando el barco, va siguiendo su propia ruta, pero él mismo ha perdido toda esperanza, no termina de encontrar un sentido al camino que como pingüino todos recorremos. La ausencia de alguien que ni siquiera llegó a ser, de dos días de ensueño y un canto de sirena que le indujo a un hipnosis que no termina de desaparecer y le impide continuar con su propio camino, chocando en más de una ocasión contra las rocas y quedando varado y desconfiando en una playa. La espera de un hospital que he vuelto a recordar ultimamente, lenta, sedante y desesperante donde vuelven a aparecer demonios y desencuentros con los que se convive a diario pero que están aletargados y sólo se manifiestan en esas horas muertas, en esos largos pasillos, en esos olores penetrantes a "salitre". Alguien me dijo por estos mundos que mi fuerte no era la paciencia, que mi espera y mi desesperación iban la una delante de la otra, en vez de ir cogidas de la mano, equilibradas, caminando a la par. Pero últimamente, cuando me levanto, abro la ventana y veo ese mar de olivos a veces me planteo si no estaré recorriendo la misma ruta que Ulises y recuerdo lo que escribí allá por el 3 de Julio: lo importante es el camino y no la meta; lo importante es no perder de vista el horizonte. Espero no desesperar. ¿Me estará esperando Penélope?


Ahora que ha llegado el momento
Pronto se irá el día
Allá en alguna orilla lejana
Me escucharás decir

Tan largo como es el día durante el verano
Tan profundo como el oscuro océano
Guardaré tu corazón junto al mío
Hasta que regreses a mi

Allí volaría como un pájaro
en las alturas a través del aire
Tocando con mis manos los rayos del sol
Sólo por encontrarte

Y por la noche cuando nuestros sueños estén en calma
o cuando el viento sople libremente
Guardaré tu corazón junto al mío
Hasta que regreses a mi

Ahora que ha llegado el momento
Pronto se irá el día
Allá en alguna orilla lejana
Me escucharás decir

Tan largo como es el día durante el verano
Tan profundo como el oscuro océano
Guardaré tu corazón junto al mío
Hasta que regreses a mi

Loreena Mckennitt "Penelope's Song"

miércoles, noviembre 15, 2006

Os Cores do Sol

Hace años que nadie me regalaba flores, de hecho me las han regalado una sóla vez y el motivo fue bien diferente, para suavizar la falta cometida por una memoria selectiva. Pero el jueves pasado volvió a ocurrir: la pareja malagueña (y es que Haykus tiene muy buena memoria) recordaron una conversación en las que les confesaba que me moriría de vergüenza si un desconocido se plantaba en mi trabajo con un ramo de flores. En la nota me decían que como no me gustaba que cualquiera me las enviara, me las traían ellos. He de confesar que mientras las preparaba para ponerlas en un jarrón se me escaparon un par de lagrimones, no se porqué, si por algún recuerdo del pasado o por el calorcico que me estaban dando en el presente y es que nunca nadie se había tomado esa molestia libremente, simplemente por el mero hecho de hacerlo y que yo fuera el centro de esas atenciones...la verdad, no estoy acostumbrado.
El regalo de las flores, de la noche serrana, de la compañía me hicieron sentir un calor que no tenía nada que ver con el que ofrecía el generoso fuego que crepitaba en la chimenea al son de las castañas asadas. Esos ojos que descubrí no hace mucho (que se han convertido en mi droga y tienen el don de apaciguar mi alma) escudriñaron mi cuerpo, me removieron por dentro y me hicieron sentir que todo estaba en su sitio, que nada malo podía ocurrir, que el mundo estaba en orden, al menos el mío.
Unos días antes estuve siguiendo la pista al pingüino que sé que andaba perdido por algunas sierras y luego se escapó a visitar la ciudad de las mil puertas, pero ni en un lado ni en otro encontré rastro. Pero ya que me encontraba por aquellos lugares y en la mejor de las compañías, nos aventuramos a descubrir los tesoros que se encontraban al girar aquellas calles estrechas, sus recovecos, sus aromas, aquellas noches con embrujo moro, castellano y hebreo y sobre todo con sus buenas tapas. Y es que desde mi última visita (hace ya años) la ciudad había crecido en muchos aspectos y las buenas costumbres del sur se habían exportando a otros territorios más lejanos...(¡Qué roscas de pisto con lomo y qué bombas!).
Cervantes nos recibió frente al Arco de la Sangre la primera noche de incertidumbre, de prisas, cansancio y un hambre voraz y Cervantes nos despidió el último día cuando el "heaven's open", cuando el verde de los jardines de palacio se mezclaba con ese olor que tanto me gusta a hierba y tierra mojada, ese verde que acompañaba a esos ojos color avellana que bailaban de frío, modorra y que sin embargo trasmitían tanto calor. Y de nuevo, totalmente embriagado y con los cinco sentidos embotados, decidí que podía haber muerto en ese preciso instante, morir porque estaba vivo, VIVO.