martes, enero 08, 2008

Cuentos de Hadas (III)

Una de las historias que más me ha fascinado desde hace ya años y que descubrí a través de la voz de Loreena Mckennitt: La Dama de Shalott. Nutriéndose de toda la rica imaginería de las leyendas artúricas, el poeta victoriano Alfred Lord Tennyson creó uno de sus textos más conocidos y que tanto han calado en otras áreas artísticas como la pintura que aparece arriba perteneciente a John William Waterhouse. El pintor prerafaelita, romántico y neoclásico quedó completamente hechizado por la historia y llegó a crear tres óleos dedicados a la misma leyenda: "La dama de Shalott", "La dama de Shalott: mirando a Lancelot" (Lanzarote) y "Estoy harta de sombras, dijo, la dama de Shalott".
El poema cuenta la historia de Elena, la dama de Shalott, que fue encerrada en una torre donde tejía noche y día. Un susurro le anunció que le aguardaba una horrible maldición si miraba en dirección a Camelot: aunque desconocía en qué consistía la maldición, seguía tejiendo sin parar. Nadie la conocía, ya que vivía encerrada; algunos campesinos creían oírla cantar por las mañanas, al amanecer, y se referían a ella como a una hada. Su contacto con el mundo era a través de un espejo, que reflejaba la ventana, que le mostraba Camelot. En las telas que tejía se reflejaba lo que ella veía a través de ese espejo, como las aventuras de los Caballeros de la Mesa Redonda. Un día, a través del espejo, Elena vio a Lancelot y se enamoró de él. Dejó de coser y, sin poder evitarlo, miró hacia Camelot. En ese momento, el espejo se quebró, las telas salieron volando por la ventana y la maldición cayó sobre ella: bajó de la torre,cogió una barca y se abandonó a su suerte muriendo al entrar en Camelot.
Algunos dicen, que cuando se acercan a la ribera de algún río ignoto, entre los sauces y álamos, creen escuchar una tenue y cálida voz susurrando una historia muy parecida a esta...sólo hay que cerrar los ojos y escuchar con el corazón...


PARTE I

A ambos lados del río hay

extensos sembrados de cebada y centeno

que visten el ondulado terreno y se reúnen con el cielo.

Y esos campos los surca un camino que conduce

a las múltiples torres de Camelot.

Y por ese camino va y viene la gente

contemplando como brotan las azucenas

en torno a una isla que hay allí abajo:

la isla de Shalott.

Palidecen los sauces, tiritan los tiemblos,

pequeñas brisas se oscurecen y estremecen

a través de las aguas que discurren eternamente

junto a la isla del río

que fluye hacia Camelot.

Cuatro muros grises y cuatro grises torres

dominan un espacio de flores

y la silenciosa isla es la morada

de la Dama de Shalott.

Por la linde, cubierta de sauces,

se deslizan las pesadas cargas arrastradas

por los perezosos caballos; y sin el menor ruido,

la chalupa revolotea sus sedosas velas,

orientadas a Camelot:

Más ¿ Quién la vio agitar la mano

o pararse ante el marco de la ventana?

¿ Se conoce, acaso, en toda la tierra

a la Dama de Shalott

Tan sólo los segadores, segando a hora temprana

entre la barbuda cebada,

oyen una canción que resuena alegremente

y que llega, nítida, desde el río

hasta las torres de Camelot;

y, con la luna ya en el cielo, el segador, rendido,

amontonando los haces en las ventosas lomas,

escuchando, musita: “es el hada,

la Dama de Shalott”.

PARTE II

Allí teje ella día y noche

una mágica tela de alegre colorido.

Ha oído un susurro que dice

que será maldita si permanece

mirando hacia Camelot.

Ignora cuál puede ser esa maldición

y por eso sigue tejiendo continuamente

y apenas si tiene otra preocupación

la Dama de Shalott.

Y, atravesando un claro espejo

que cuelga ante ella durante todo el año,

aparecen sombras del mundo.

En el espejo ve el camino cercano

que baja, serpenteante, hasta Camelot;

Allí el río forma remolinos,

y allí la hosca villa refunfuña,

y las rojas capas de las tenderas del mercado,

Pasan por delante de Shalott,.

A veces un tropel de felices damiselas,

un abad en su cómoda montura,

a veces un joven pastor de pelo rizado,

o un paje de larga cabellera, vestido de carmesí,

van a Camelot, el de las múltiples torres.

Y, a veces, por el espejo azul

llegan los jinetes cabalgando de dos en dos.

No tiene ningún leal caballero regio

la Dama de Shalott.

Pero en su tela sigue complaciéndose

en tejer las mágicas visiones del espejo

pues, a menudo, en las noches silenciosas,

un funeral, con plumas y luces

y música, llegaba hasta Camelot;

o, cuando la luna estaba en lo alto,

llegaban dos jóvenes amantes recién desposados.

“Ya estoy más que harta de sombras”,dijo

la Dama de Shalott.

PARTE III

A un tiro de flecha del alero de su tejado

cabalgaba él por entre los haces de cebada

y el sol surgió, deslumbrante, entre las hojas

soltando llamaradas sobre el latón de la greba

del valiente Lanzarote,

un caballero de cruz roja postrado eternamente

ante la dama de su escudo

que resplandecía sobre los campos dorados

aledaños de la lejana Shalott.

Las relucientes bridas brillaban,

como una rama de estrellas

que viéramos colgadas de la dorada galaxia.

Las bridas resonaban felizmente

mientras cabalgaba a Camelot;

y de su tahalí blasonado,

una poderosa y plateada corneta colgaba,

y así cabalgaba, su armadura resonaba,

junto al remoto Shalott.

Y en el despejado y azul cielo

como una enorme joya, brilló la montura de cuero,

el yelmo y la pluma

resplandecían como una sola llama,

mientras cabalgaba a Camelot.

Y a menudo en la purpúrea noche,

debajo de los enjambres claros de estrellas,

Algún meteoro barbado, despidiendo luz,

deambula sobre la enmudecida Shalott.

Su amplia y clara frente brillaba bajo el sol;

sobre cascos bruñidos pisaba su caballo de guerra;

bajo el yelmo le asomaban

los rizos negros de azabache al cabalgar,

al cabalgar camino de Camelot.

Desde la orilla y desde el río

apareció subitamente en el espejo de cristal

“tralará” junto al río

cantaba Lanzarote.

La dama dejó el tejido, dejó el telar,

dio tres pasos por la estancia,

vio florecer la azucena,

vio el yelmo y la pluma,

dirigió la mirada hacia Camelot.

La tela salió volando y flotando extendida,

el espejo se rompió de lado a lado;

“me ha llegado la maldición”, exclamó

la Dama de Shalott.

PARTE IV

Debatiéndose en el tormentoso viento del este,

declinaban los pálidos bosques dorados

y la ancha corriente se quejaba entre sus riberas.

Del cielo nublado llovía intensamente

sobre las torres de Camelot.

La dama bajó y encontró una barca

que había quedado flotando bajo un sauce

y en torno a la proa escribió

la Dama de Shalott.

Y bajando por la oscura extensión del río

como una audaz vidente en trance,

viendo todo su propio infortunio,

con vítreo rostro

miró hacia Camelot.

Y al expirar al día

soltó la cadena y se tendió.

La amplia corriente transportó muy lejos

a la Dama de Shalott.

Tendida, vestida de blanca nieve

que descuidadamente caía a derecha e izquierda,

las hojas caían en su luz apagada

a través de los ruidos de la noche;

ella flotaba hacia Camelot;

Y así la proa se aproximaba

a las colinas y campos de sauces,

la escucharon cantar su última canción,

la dama de Shalott.

Oyó un cántico navideño, luctuoso y sacro,

entonado en voz alta, entonado en voz baja,

hasta que se fue helando lentamente su sangre

y se le oscurecieron los ojos por completo,

orientados hacia las torres de Camelot.

Porque, antes de llegar sobre las aguas

a la primera casa que había en la orilla,

cantando absorta su canción, murió

la Dama de Shalott.

Bajo torres y balcones,

junto a vallas de jardines y galerías,

pasó flotando su forma refulgente

con palidez de muerte entre los edificios cercanos

se hizo el silencio en Camelot.

A los muelles acudieron

caballeros y burgueses, señores y damas

y en torno a la proa leyeron el nombre

de la Dama de Shalott.

¿ Quién es ? ¿ Y que es esto ?

Y en el contiguo palacio iluminado

cesó el sonido del regio alborozo

y se santiguaron, temerosos,

todos los caballeros de Camelot.

Pero Lanzarote meditó unos instantes

y dijo: “tiene un rostro bello.

Que Dios, con su piedad, le otorgue la gracia

a la Dama de Shalott”.


John William Waterhouse "The Lady of Shalott" expuesta en la galería Tate en Londres

Poema de Alfred Lord Tennyson "The Lady of Shalott"

Video grabado en el Palacio de Carlos V en Granada: Loreena Mckennitt "The Lady of Shalott"

(ainsss que recuerdos...)

3 comentarios:

Deirdre dijo...

Hermosa leyenda y hermosa canción...Esta es una de las primeras canciones que escuché de Loreena y sin duda una de las mejores. Tienes razón, cúantos recuerdos...Nunca podré olvidar ese concierto y la voz de Loreena era distinta, aún mejor que en los cd's. Aún me pregunto, si realmente estuve allí o sólo fue un sueño...sigo sin creeme que yo también estuve en el concierto, que pude verla, escucharla...y todo ello unido al encanto que tiene Granada y concretamente la Alhambra. Imposible evitar derramar unas lágrimas...Tal fue la emoción que me embargó y que aún me embarga al ver el concierto en dvd...Gracias por reavivar ese momento, gracias por hacerme conocer la música de Loreena...Gracias por deleitarnos con tu blog y gracias por SER y ESTAR. Tú, sólo tú, una sóla persona, uno sólo bajo el mismo aspecto, transparente y cálido, siempre espectante ante cualquier malestar de tus amig@s. Tú sólo tú, uno sólo, siempre encuentras las palabras precisas en el momento exacto. Tú, sólo tú,uno sólo, mi incondicional AMIGO, mi "Ángel de la Guarda". Un abrazo y un beso. Deidre

Anónimo dijo...

Me gusta mucho que compartas conmigo tu afición al Principito. Y todo lo que se puede entre leer a través de sus líneas.Te envio una dirección de un canta-autor Irlandes que noes muy conocido en España y es una verdadera pena, como tengo el PRIVILEGIO INMERECIDO POR MI PARTE de conocerte en persona mi querido amigo pinguino todo terreno pienso que te gustara. Y como yo también soy toda terreno siempre sabes que cuando te sientas sin fuerzas para seguir tu camino yo te llevaré en mi grupa a donde desees marchar. Se llama Kila y esta es la dirección http://innisfree1916.wordpress.com/category/musica-celta-o-irlandesa/

Anónimo dijo...

En un tiempo, muchos años ya, esa canción perteneció a dos almas que se amaron y fundieron en una; cada día, tiempo después, la canción era una daga en el corazón roto de media alma que vagaba por el mundo al serle arrancada su otra mitad. Dicen que el tiempo lo cura todo, es mentira, las almas partidas siguen siendolo por siempre, no se recomponen como las estrellas de mar; en otro tiempo más pude disfrutar y conocer la traducción de la canción, corroboraba aquello que sintieron siempre quienes la eligieron como su unión eterna, la imagen de Lorenna, su arpa y su pelo rojo está impresa cual tatuaje en uno de los trozos de corazón que late recomponiendose siempre, un zagal limpio y sincero, tradujo entonces la canción, a él siempre gracias.