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es agradable mirar el cielo por la noche.
Todas las estrellas están florecidas"
Saint-Exupéry
El Principito
Música Mike Oldfield "Let there be light"
"Cualquier día sobre la tierra es un buen día"
PARTE I
A ambos lados del río hay
extensos sembrados de cebada y centeno
que visten el ondulado terreno y se reúnen con el cielo.
Y esos campos los surca un camino que conduce
a las múltiples torres de Camelot.
Y por ese camino va y viene la gente
contemplando como brotan las azucenas
en torno a una isla que hay allí abajo:
la isla de Shalott.
Palidecen los sauces, tiritan los tiemblos,
pequeñas brisas se oscurecen y estremecen
a través de las aguas que discurren eternamente
junto a la isla del río
que fluye hacia Camelot.
Cuatro muros grises y cuatro grises torres
dominan un espacio de flores
y la silenciosa isla es la morada
de la Dama de Shalott.
Por la linde, cubierta de sauces,
se deslizan las pesadas cargas arrastradas
por los perezosos caballos; y sin el menor ruido,
la chalupa revolotea sus sedosas velas,
orientadas a Camelot:
Más ¿ Quién la vio agitar la mano
o pararse ante el marco de la ventana?
¿ Se conoce, acaso, en toda la tierra
a la Dama de Shalott
Tan sólo los segadores, segando a hora temprana
entre la barbuda cebada,
oyen una canción que resuena alegremente
y que llega, nítida, desde el río
hasta las torres de Camelot;
y, con la luna ya en el cielo, el segador, rendido,
amontonando los haces en las ventosas lomas,
escuchando, musita: “es el hada,
la Dama de Shalott”.
PARTE II
Allí teje ella día y noche
una mágica tela de alegre colorido.
Ha oído un susurro que dice
que será maldita si permanece
mirando hacia Camelot.
Ignora cuál puede ser esa maldición
y por eso sigue tejiendo continuamente
y apenas si tiene otra preocupación
la Dama de Shalott.
Y, atravesando un claro espejo
que cuelga ante ella durante todo el año,
aparecen sombras del mundo.
En el espejo ve el camino cercano
que baja, serpenteante, hasta Camelot;
Allí el río forma remolinos,
y allí la hosca villa refunfuña,
y las rojas capas de las tenderas del mercado,
Pasan por delante de Shalott,.
A veces un tropel de felices damiselas,
un abad en su cómoda montura,
a veces un joven pastor de pelo rizado,
o un paje de larga cabellera, vestido de carmesí,
van a Camelot, el de las múltiples torres.
Y, a veces, por el espejo azul
llegan los jinetes cabalgando de dos en dos.
No tiene ningún leal caballero regio
la Dama de Shalott.
Pero en su tela sigue complaciéndose
en tejer las mágicas visiones del espejo
pues, a menudo, en las noches silenciosas,
un funeral, con plumas y luces
y música, llegaba hasta Camelot;
o, cuando la luna estaba en lo alto,
llegaban dos jóvenes amantes recién desposados.
“Ya estoy más que harta de sombras”,dijo
la Dama de Shalott.
PARTE III
A un tiro de flecha del alero de su tejado
cabalgaba él por entre los haces de cebada
y el sol surgió, deslumbrante, entre las hojas
soltando llamaradas sobre el latón de la greba
del valiente Lanzarote,
un caballero de cruz roja postrado eternamente
ante la dama de su escudo
que resplandecía sobre los campos dorados
aledaños de la lejana Shalott.
Las relucientes bridas brillaban,
como una rama de estrellas
que viéramos colgadas de la dorada galaxia.
Las bridas resonaban felizmente
mientras cabalgaba a Camelot;
y de su tahalí blasonado,
una poderosa y plateada corneta colgaba,
y así cabalgaba, su armadura resonaba,
junto al remoto Shalott.
Y en el despejado y azul cielo
como una enorme joya, brilló la montura de cuero,
el yelmo y la pluma
resplandecían como una sola llama,
mientras cabalgaba a Camelot.
Y a menudo en la purpúrea noche,
debajo de los enjambres claros de estrellas,
Algún meteoro barbado, despidiendo luz,
deambula sobre la enmudecida Shalott.
Su amplia y clara frente brillaba bajo el sol;
sobre cascos bruñidos pisaba su caballo de guerra;
bajo el yelmo le asomaban
los rizos negros de azabache al cabalgar,
al cabalgar camino de Camelot.
Desde la orilla y desde el río
apareció subitamente en el espejo de cristal
“tralará” junto al río
cantaba Lanzarote.
La dama dejó el tejido, dejó el telar,
dio tres pasos por la estancia,
vio florecer la azucena,
vio el yelmo y la pluma,
dirigió la mirada hacia Camelot.
La tela salió volando y flotando extendida,
el espejo se rompió de lado a lado;
“me ha llegado la maldición”, exclamó
la Dama de Shalott.
PARTE IV
Debatiéndose en el tormentoso viento del este,
declinaban los pálidos bosques dorados
y la ancha corriente se quejaba entre sus riberas.
Del cielo nublado llovía intensamente
sobre las torres de Camelot.
La dama bajó y encontró una barca
que había quedado flotando bajo un sauce
y en torno a la proa escribió
la Dama de Shalott.
Y bajando por la oscura extensión del río
como una audaz vidente en trance,
viendo todo su propio infortunio,
con vítreo rostro
miró hacia Camelot.
Y al expirar al día
soltó la cadena y se tendió.
La amplia corriente transportó muy lejos
a la Dama de Shalott.
Tendida, vestida de blanca nieve
que descuidadamente caía a derecha e izquierda,
las hojas caían en su luz apagada
a través de los ruidos de la noche;
ella flotaba hacia Camelot;
Y así la proa se aproximaba
a las colinas y campos de sauces,
la escucharon cantar su última canción,
la dama de Shalott.
Oyó un cántico navideño, luctuoso y sacro,
entonado en voz alta, entonado en voz baja,
hasta que se fue helando lentamente su sangre
y se le oscurecieron los ojos por completo,
orientados hacia las torres de Camelot.
Porque, antes de llegar sobre las aguas
a la primera casa que había en la orilla,
cantando absorta su canción, murió
la Dama de Shalott.
Bajo torres y balcones,
junto a vallas de jardines y galerías,
pasó flotando su forma refulgente
con palidez de muerte entre los edificios cercanos
se hizo el silencio en Camelot.
A los muelles acudieron
caballeros y burgueses, señores y damas
y en torno a la proa leyeron el nombre
de la Dama de Shalott.
¿ Quién es ? ¿ Y que es esto ?
Y en el contiguo palacio iluminado
cesó el sonido del regio alborozo
y se santiguaron, temerosos,
todos los caballeros de Camelot.
Pero Lanzarote meditó unos instantes
y dijo: “tiene un rostro bello.
Que Dios, con su piedad, le otorgue la gracia
a la Dama de Shalott”.
John William Waterhouse "The Lady of Shalott" expuesta en la galería Tate en Londres
Poema de Alfred Lord Tennyson "The Lady of Shalott"
Video grabado en el Palacio de Carlos V en Granada: Loreena Mckennitt "The Lady of Shalott"
(ainsss que recuerdos...)