miércoles, agosto 30, 2006

El Dios Omnisciente

Hace ya tres o cuatro fines de semana me ocurrió algo muy extraño. Era sábado por la noche y o salía o me sacaban a tirones de casa, así se presentaba la situación. Llevaba toda la semana fustigándome con el látigo como yo sólo se hacer, pero parecía que había tocado techo (o no me quedaba más piel que arrancarme) ; porque ante mi natural predisposición a encerrarme cual monje de clausura y pensar en como arreglar los problemas del mundo, me duché, no me afeité, pero eso si, estrené esa camiseta que me trajeron de un viaje a Almería (la excusa que me ponían para obligarme a salir de casa).
Y entonces obró el milagro. No se cómo ocurrió, porque ni aún había bebido nada ni me había tomado ninguna salsa en mal estado, pero comencé a reirme de todo y de todos, empezando por mi mismo. Era como si desde arriba, cual Dios Omnisciente, estuviera descubriendo cada una de las historias particulares de los mortales y les encontrara sentido. Y no sólo les encontrara sentido, sino que incluso sabía el motivo por el que ocurrían las cosas, el camino marcado que sale desde el vientre de la madre y nos conduce hasta la barca de Caronte. Durante esa noche, en pequeños flashes descubría las alegrías de los que me rodeaban y lo más curioso, con una sonrisa serena fui incluso capaz de aliviar algunas penas. Con las yemas de los dedos acariciaba pensamientos ajenos y asentía al descubrir hacia donde se dirigían, como si los conociera desde que abrí los ojos al mundo. Pero este fantástico poder desapareció justo al día siguiente...No se si fueron los efectos del ron-miel o que el hechizo de la hermosa media luna que navegaba por el cielo aquel sábado se esfumó. Y lo peor de todo, es que descubrí el camino de todos menos el mío propio (¡Ay Amelie, Amelie!). Será por eso que dicen que los adivinos pueden leer el futuro de todos menos el propio...

Al recibir ayer en el correo la traducción de mi recién descubierto Mazonakis, se me pusieron los pelos como escarpias y trajo a mi mente ese sábado de luna mora y de poderes sobrenaturales.

Σαν ήμουνα παιδί

είχα ονειρευτεί

κάποια μέρα να πετάξω

Τον κόσμο να κοιτώ

απ' τον ουρανό

και τα λάθη του να αλλάξω

Σαν ήμουνα παιδί

φέρθηκε η ζωή

άδικα πολύ σε εμένα

Σου λέω δε θέλω να χαθώ

Όμως δεν μπορώ θεέ μου

το κακό να σταματήσω

Σαν μέσα μου χυθεί

νιώθω πως και συ

νιώθω σαν θεός και δυνατός για μια στιγμή

Μα ύστερα από λίγο το όνειρο τελειώνει

και το σώμα μου αρχίζει να παγώνει

Τρεμοσβήνει ζωή σαν φλόγα από κερί

Θεέ μου σου ζήτω συγνώμη αν τώρα κλαίω

Πριν χαθώ όμως πες μου ένα τελευταίο

που ήσουνα το βράδυ εκείνο που ήμουνα παιδί

Σαν ήμουνα παιδί

είχα ονειρευτεί

κάποια μέρα να πετάξω

Σου λέω δε θέλω να χαθώ...

“Como era niño/ había soñado/ que cierta mañana echaba/ una mirada al mundo/ desde el cielo/ y cambiaba sus errores./ Como era niño/ la vida era soportada/ muy injustamente por mí.

Te dices no quiero perder mi camino,/ sin embargo no puedo, Dios mío,/ detener la maldad./ Como dentro de mí se derramaba/ siento cómo tú eres/ me siento como Dios y poderoso por un instante.

Pero después de un breve espacio de tiempo el sueño termina/ y mi cuerpo comienza a helarse,/ la vida parpadea como llama de una vela,/ Dios mío, te pido perdón si ahora lloro,/ antes de que pierda mi camino, no obstante me lo dijiste una última vez:/ fue aquella tarde que era un niño.
Como era un niño/ había soñado/que…Te dices no quiero…”

Un millón de gracias diamante, de corazón

martes, agosto 29, 2006

Filemón y Baucis

Ayer estaba releyendo el poema de Yeats en el trabajo (esta vez en el idioma en el que fue parido) antes de mandárselo a Juande y se vino a la cabeza la historia de Filemón y Baucis. Las asociaciones, el coco ¡Cómo trabaja, qué cosas...!. En el poema de Yeats se vislumbra la influencia del folklore celta, de su mitología y está relacionado con la imágen sagrada del árbol en esa cultura donde es símbolo de pureza, fortaleza; del coraje que hay que tener para no caer en el pozo del cinismo al intentar buscar lo mejor que tenemos dentro para regalarlo, una preciosa metáfora del amor. Y en la historia de Filemón y Baucis, dónde ambos han encontrado ese equilibrio, donde ya no se miran en su propio espejo sino en el que han construído los dos juntos, sólo les queda regalar todo lo que han creado (la fase "Amelie" como yo la llamo, pero en compañía) son recompensados con la eternidad de dos árboles.

"Contaban los más viejos cómo los abuelos de sus abuelos, y los abuelos de estos, siempre habían visto un tilo y una encina que susurraban con el viento palabras, que con la brisa acercaban sus miembros como en caricias. Tan próximos estaban el uno del otro que sus troncos partían del mismo tocón. Si no hubieran sido especies arbóreas tan distintas, uno hubiese jurado que eran el mismo arbusto. Y contaban una antiquísima historia a la apacible sombra de los dos árboles, junto al claro en el que asomaban unas ruinas de un templo de dioses por aquel entonces casi olvidados.

Hablaban acerca de la visita de la que fueron objeto un matrimonio, ya viejo y de siempre paupérrimo: dos viajeros, a todas luces cansados de un largo viaje, llegaron al hogar de Filemón y Baucis –así se llamaban el matrimonio-, que más que casa eran tres paredes con una sucia techumbre. Los cansados forasteros pidieron algo de comer y de beber a la pobre pareja. Filemón, al punto, les rogó que entraran con gran simpatía, mientras que Baucis ya estaba en la cocina preparando las últimas olivas de las que disponían y unos cuencos de vino, dando fin así a la única ánfora que poseían. Les ofrecieron agua limpia para el aseo, les recostaron a la mesa y les sirvieron la poca comida de la que disponían. Fueron, en puridad, amables y hospitalarios hasta el punto de compartir todo lo que buenamente tenían.

Fue entonces cuando se obró un acto inaudito. Ante los sorprendidos ojos de Filemón y Baucis, la crátera donde mezclaban el vino para servirlo se llenó por sí sola, no dando fin al contenido por más que se intentara vaciar. La pareja, sospechando que sus huéspedes no eran corrientes mortales y avergonzados ante la pobreza de lo ofrecido con anterioridad –pese a que era lo único que poseían-, les rogaron que se sentaran de nuevo y que comieran la oca, solitario animal de su corral, que sacrificarían en su honor. Pero resultó que el plumífero era más rápido que sus viejos dueños, y buscó cobijo entre las piernas de los invitados. Fue entonces cuando aquellos vagamundos, con sus raídas ropas de viajeros y la suciedad propia de quien ha realizado un largo camino, se fueron transformando en dos seres deslumbrantes, de fuertes miembros, con impolutas vestiduras y largos y peinados cabellos. En este momento se dieron a conocer, eran el rápido Hermes y el poderoso Zeus, rey de dioses.

Los Olímpicos se disculparon, contestándoles que era más que suficiente con lo que habían dispuesto de forma tan generosa. “Es más –añadieron- fuisteis los únicos de toda la región en brindarnos ayuda”. Los dioses conminaron a la pareja a seguirlos hasta lo alto de una ladera próxima desde la cual se divisaban los vastos terrenos próximos de sus vecinos. “Mirad a vuestro alrededor, –dijo Zeus- todo lo que veis será engullido por el agua. Así pagarán vuestros vecinos la falta de hospitalidad que casa por casa hemos recibido. Vosotros sois los únicos que nos habéis acogido como se debe. Por estas cosas, no sólo vuestra casa será respetada, sino que se os dará la eterna gratitud de los dioses.”

Y de esta manera comprobaron cómo súbitamente toda la región se inundaba salvo su humilde choza y cómo las casas se hundían y las familias perecían por su impiedad. Filemón y Baucis no derramaron ni una sola lágrima por sus vecinos, sabían que pocos asuntos existían más graves que la falta de hospitalidad y que los mandatos de los dioses estaban para ser cumplidos. Cuando ya no quedó ni una porción de tierra por cubrir de agua, ni vida en la región, los dioses se volvieron a la casa de los ancianos y obraron entonces un hecho que llenó de asombro al matrimonio. Las paredes de su casa, pobres como eran, se transformaron en dura y pulida piedra, y alrededor de ellas se elevaron graciosas columnas del más duro mármol. Su techo, hasta ahora lleno de grietas y mal cubierto de ramas, se transformó en oro, sujeto con fuertes dinteles y adornado con los más bellos motivos.

Zeus les dijo que, aparte de la conversión de su pobre casa en templo, le pidieran alguna otra cosa, que ellos, como dioses complacidos, les complacerían a su vez. Entonces los dos ancianos reflexionaron durante unos instantes a solas y al fin decidieron el deseo que más les placía sobre todos los demás. Querían hacerse sacerdotes de aquel nuevo templo, que otrora fuera su casa, honrando a los dioses hasta el fin de sus días, y lo más importante de todo, que a los dos les llegase la muerte al mismo tiempo para no tener que enterrar uno al otro. El sentir ese dolor les preocupaba desde hacía tiempo ya que, en verdad, mucho amor se procesaban.

Y pasaron aún largos años de felicidad, Filemón y Baucis seguían disfrutando de su amor y de la vida, y con diligencia realizaban las labores en el templo. Pero llegó el final de sus días y, en vez de morir, ambos se fueron convirtiendo en sendos árboles, él en tilo, ella en encina. Y así, muy juntos, permanecieron a lo largo de los años, y así, a su sombra, los abuelos de los abuelos de la gente que habitaba antaño en esa región -aun cuando aquellos dioses habían muerto y nada se sabía ya de ellos- seguían recordando a Filemón y a Baucis bajo la sombra del Tilo y de la encina que partían del mismo tocón."

domingo, agosto 27, 2006

Los dos árboles


Esta mañana he estado hablando con el pingüino. Me ha estado comentando que ayer pasó todo el día en Granada, siguiendo mis pasos y se ha echado a llorar cómo una Magdalena. Al alarmarme y preguntarle que qué la pasaba, no ha sabido contestarme con con claridad...Ha empezado a balbucear y a contarme todas las cosas que había estado viendo: en su enésima visita a la ciudad me habló de sus miradores, del Albayzin, del Paseo de los Tristes (que dice que cada vez es menos triste), del Campo de el Príncipe, el Realejo...En fin, que no sabe qué es lo que ha sido, pero dice que ahora lo ve todo color avellana, con otros ojos, otro punto de vista, otra mirada. "¡Qué alegría más tonta que tengo!", me ha dicho. Me parece que algo le está pasando, tanto andorrear de un lado para otro del múndo le está cambiando, está mudando la piel y claro, tiene miedo de que la nueva piel que le está saliendo, mucho más sensible que la de antes, sufra algún percance, algún corte que le cueste trabajo cauterizar. Se deshizo de unas cuantas piedras que siempre lleva en una mochila a las espaldas, las tiró al Darro. Es una manía que tiene, sitio que visita, sitio por donde pasa, piedras que va tirando..."Hasta que me quede sin ninguna y la llene entonces de flores, de estrellas, de suspiros, de nuevos recuerdos y fotografías que me roben a cachitos el alma". El único consejo que le he dado antes de irse de nuevo es que tenga cuidado donde las tira, a ver si se equivoca y las echa sobre su tejado...


Los Dos Árboles

Amor mío, mira en tu propio corazón
el árbol sagrado crece allí
de alegría comienzan a florecer sus ramas
y las temblorosas flores que hay en ellas.
Los colores cambiantes de sus frutas
han dotado a las estrellas de una luz alegre.
La seguridad de su raíz oculta
se ha sembrado silenciosamente por la noche;
el temblor de su cabeza frondosa
ha dado su melodía a las olas
e hizo que mis labios y la música se enredaran,
susurrando una canción hechizada para ti.
Allí el amor forma un círculo,
el círculo encendido de nuestros días
dando vueltas de aquí a allá
de esa manera tan ignorante y caótica;
Al recordar tu pelo mecido por el viento
y cómo las sandalias aladas descendieron,
tus ojos se empapan de un cariño tierno;
Amor mío, mira en tu propio corazón.

No mires más al glacial vidrio
Los demonios con su sutil astucia
se alzan ante nosotros cuando pasan
o nos observan durante un breve instante;
Porque allí crece una funesta imagen
que la noche tormentosa acoge:
las raíces medio ocultas bajo la nieve,
las ramas quebradas y las hojas teñidas de negro.
Todo lo que queda desnudo
lo retienen los demonios en el cristal oscuro,
el cristal del cansancio
creado cuando Dios dormía en el tiempo de los antiguos.
Allí a través de las ramas quebradas,
los cuervos de pensamiento inquieto
vuelan de un lado a otro
con su garra cruel y garganta hambrienta,
o se quedan quietos, huelen el viento,
y quejándose sacuden sus alas heridas.
Entonces tus tiernos ojos se tornan crueles,
No mires más al glacial vidrio

Amor mío, mira en tu propio corazón
el árbol sagrado crece allí
de alegría comienzan a florecer sus ramas
y las temblorosas flores que hay en ellas.
Al recordar tu pelo agitado por el viento
y cómo las sandalias aladas descendieron,
tus ojos se empapan de un cariño tierno;
Amor mío, mira en tu propio corazón.

A mi tocayo, para que veas que me arriesgo a traducir incluso a Yeats
William Butler Yeats "The Two Trees"

miércoles, agosto 23, 2006

La visita


Un viernes de Agosto. Todos mis esfuerzos por escapar de nuevo junto al mar se habían vuelto a truncar. ¡Qué le vamos a hacer!. Pues claro que vamos a hacer algo, me niego a que la modorra y la apatía se vuelvan a apoderar de mi de nuevo. Un par de llamadas de teléfono, una estupenda compañía y el coche con gasolina hasta las orejas para hacer kilómetros.
No sabía que esperar, no imaginaba como me iba a recibir...desde la última visita habían pasado muchas cosas. Yo seguía siendo el mismo, con unas cuantas tiritas en el corazón, pero con la misma esencia. Pero ¿Y ella? ¿Me reconocería? ¿Me miraría desde las alturas y me rechazaría al ver que estoy mudando la piel, que soy algo más feo?...Precisamente mirando a las alturas se descubría un inmenso, limpio y precioso cielo azul. El sol que vino todo el camino jugueteando entre las nubes, brillaba con tal fuerza que era un placer sentarse en el Paseo de los Tristes, cerrar los ojos y mirando hacia arriba, dejar que calentara mi frente, mis sienes, mis manos y algo más...Un calor que llegó a atravesar mi cuerpo e inundarlo completamente de una paz indescriptible. Por un instante acaricié con las llemas esos escurridizos momentos de felicidad, esos momentos en los que entre vivir y soñar, te das cuenta que eres/has sido feliz.
Contra todos mis pronósticos, ella me estaba esperando con los brazos abiertos, como una madre espera a su chiquillo al volver del colegio. Estaba desnuda frente a mi, me ofreció su sexo, se abrió como una flor para que disfrutara de sus aromas, de sus especias, de su mezcla de olor a verde y agua; ese olor que tan grabado tengo en la memoria desde hace ya años. Me arrancó un trozo de mi, ese que ella sabe que estaba intentando evitar a toda costa. Se llevó la melancolía, no se como lo hizo pero no dejó que apareciera. "Se va, se va, se fue..." me susurraba al oído mientras su voz se mezclaba con las aguas del Darro.
Sus puertas estaban abiertas de par en par y la vida bullía en cada uno de sus rincones. Y fue en ese torrente de energia cuando poco a poco me descubrí viviendo: tomando un té en la calle Elvira, disfrutando de las miradas de otros, excitándome con una sonrisa...
Se me dio en cuerpo y alma como sólo ella sabe hacer, como siempre ha hecho y yo decidí que podría haber muerto en ese mismo momento, con mi rosa de alejandría, rosa amarilla.

Rosa de Alejandría, rosa amarilla.
Alejarme quiero. Adentrarme en el silencio.
Alejarme quiero
de esta vida que yo vivo sin convencimiento.
Y adentrarme en el tiempo de las luces,
barros vivos encendidos por la manos
del misterioso alfarero.
Alejarme quiero. Adentrarme en el silencio.
Caminar sereno. Abandonar esta senda.
Alejarme quiero.
Andar en los atrojes
con las golondrinas de azuladas plumas.
Convertirme en caja de medir fanegas,
arrobas, celemines; ser trigo en las eras,
nunca polvo en las aceras.
Rosa de Alejandría, rosa amarilla.
Hoy has de ser mi guía, la luz que brilla.
Faro de mediodía, rosa sencilla.
Rosa de Alejandría, rosa amarilla.
Con las flores de un campo encendido
como un San Francisco entre jarales vivos
de lagartos, vivo.
De quimeras me alimento,
con simplezas me contento.
Mozas de risueño gesto en calma me encuentran
como a un Góngora perfecto,
perviviendo lejos del bullicio,
con mi rosa amarilla, con mi rosa de los precipicios.
Alejarme quiero. Adentrarme en el silencio.
Alejarme quiero. Abandonar esta senda.
Alejarme quiero.
Rosa de Alejandría, rosa amarilla.
Hoy has de ser mi guía, rumbo entre islas.
Faro de mediodía, rosa sencilla.
Rosa de Alejandría, rosa amarilla.

Manolo García "Rosa de Alejandría"

lunes, agosto 14, 2006

Las antiguas costumbres

Estaba paseando ayer cerca de las murallas de un antiguo castillo justo al ocaso, cuando esa combinación mágica de colores se dibuja en el cielo (una paleta de tonos naranjas que mi compañera de viaje intentaba capturar con su cámara), cuando me atrapó un sentimiento tan conocido ya como el olor del amante de años: la insignificancia de los actos individuales, del individuo en si. El grano de arena en la playa que somos al lado de estas piedras más antiguas que la memoria de nuestros propios ancestros. Ellas nos sobrevivirán a nosotros y a los hijos de nuestros hijos y a los hijos de los hijos de nuestros hijos...Descubrirán nuevos amores, nuevas rupturas, nuevos nacimientos...seguiran impetérritas nuestros devenires, nuestro terrible afán y estúpida creencia de creer estar cambiando nuestras propias costumbres, nuestras propias existencias. Cuando precisamente esos granos de arena que tan rapidamente se hacen montañas, se deshacen con la misma velocidad con una gentil y dulce brisa. Ahí está el contraste de la magnificencia de esos muros y la fragilidad de nuestros huesos. Precisamente ahí está el finísimo hilo de agua que separa las antiguas de las nuevas costumbres...¿o las une? ¿logramos armonizarlas...?
Otro recuerdo bien diferente pasó por mi mente por un instante: la última visita que había hecho a ese castillo, la compañía y los tesoros escondidos que descubrimos y llevamos a casa. Pero ni ayer le di más de un minuto de vida a ese pensamiento, ni hoy pienso hacerlo.

El estruendo del mar me llama a casa, a casa contigo
El fragor del mar me llama a casa, a casa contigo

Una oscura Nochevieja,
en la costa occidental de Clare,
oí cantar tu voz
y tus ojos bailaban la canción,
tus manos tocaban la melodía.
Era una visión que tenía ante mi

Dejamos la música y la danza continuó
cuando nos escapamos a la orilla del mar
y sentimos el olor de la sal
notamos el viento en nuestros cabellos.
Con tristeza te detuviste.

De pronto me di cuenta, de que tendrías que irte.
Mi mundo no era el tuyo, me lo decía tu mirada,
pero fue allí donde percibí la encrucijada del tiempo
y me pregunté por qué.

Al lanzar nuestra mirada sobre el mar alborotado
tuve una visión
de atronadores cascos y batir de alas
entre las nubes que había arriba.

Cuando te diste la vuelta para marcharte
te oí gritar mi nombre.
Eras como un pájaro enjaulado,
desplegando las alas para volar
"Las antiguas costumbres se han perdido", cantabas al volar,
y me pregunto por qué.

El estruendo del mar me llama a casa, a casa contigo
El fragor del mar me llama a casa, a casa contigo

Loreena Mckennitt "The Old Ways"

jueves, agosto 10, 2006

El encanto de la mediocridad

¡Y es que me encanta!Cada vez estoy más enamorado de esas cosas, de las pequeñas cosas como el libro de Arundhati Roy. Me encanta que el principe azul sea una rana y que la princesa tenga granos, que trabajen en un supermercado y les cueste trabajo llegar a fin de mes. Será por lo del afán de superación y la capacidad de supervivencia del ser humano, que cuando todo parece que ha tocado fondo, descubres que queda más fondo aún, pero que con uñas y dientes se agarran a un besico o a una puesta de sol o a un cupón descuento de hamburguesa compartida en el McDonald's. Y otro cuento de los bonitos, bonitos de verdad...¿Pero sucederá esto en el mundo del pingüino?. Como dice mi amiga Noe, "no me digas..."

Qué pasa si soy del montón
Si no me gusta llamar la atención
Si en las fiestas no destaco
Si en el súper se me cuelan
Si por más que me suba la falda
Me tiemblan las piernas.

Ni guapa ni fea
Ni gorda ni flaca
Ni un gran porvenir

Ay de mí, las cosas más raras siempre van a por mi.

No me digas, no me digas que hoy te has fijao
Después de las noches que he pasado a tu lado
No me digas que hoy me ves especial, sobrenatural
Soy del montón y no estoy de rebajas.

Y qué pasa si soy del montón
Si siempre salgo con mi caparazón.
Si en los bailes siempre piso
Si en el bingo me despisto
Si con un par de copas
Cuento lo más íntimo.

Ni subo ni bajo
Ni pierdo ni gano
Ni llego hasta el fin

Ay de mí, si cambiara mi suerte no podría dormir.

No me digas, no me digas que hoy te has fijao
Después de las noches que he pasado a tu lado
No me digas, no me digas que hoy te has enamorao
Que me has visto llegar y te has deslumbrao
No me digas más
Que esta noche quiero volar
Y contigo hace tiempo que aterricé en este bar.
Soy del montón y no estoy de rebajas.

Pastora "Y qué pasa si soy del montón"


martes, agosto 08, 2006

Un sueño de luz

Llevo toda la mañana pensando en esas canciones, poesías y películas dónde se habla del invierno en verano, de la relación del invierno con un padre y su hijo, de cómo los caballos blancos que primero duermen y después despiertan, salen desbocados. Y se van...se escapan por más que corras, el ocaso, el frío...Pero repentinamente y sin planteármelo, buscando información para un encargo de Haykus me topé con este precioso poema de un argentino que desconocía. El contraste que se esconde en los sueños de luz y sombras tan presentes ultimamente en mis noches, porque parece que a fuerza de olvido y tiempo, el sol comienza a salir en "el invierno tan temido de algunos veranos" precisamente el que hoy por hoy es el Nono no natsu...

¡Pan de viento
para un soñador de luz! gritaban mis mañanas.


Y ahora los pasillos,
llenos de puertas intranquilas,
me parten en castigos irrevocables.


Es así que soy tantos:
una invasión sin conquista,
un cuerpo oscuro por el diario luto.

Ricardo Rubio

domingo, agosto 06, 2006

Flamenco y terror oriental

Si es que no aprendo. Mira que me juré una y otra vez "una y no más Santo Tomás", pues he vuelto a caer. Este fin de semana, además de disfrutar de unos magníficos ron-miel con limón por la noche, me he dado por entero a otro de mis vicios: el cine y la música.
Y es que resulta que el otro día en el trabajo una compañera insistía en que viera esta película tailandesa de terror que era muy buena. "Ya verás, es diferente a todo lo que has visto esta da miedo, miedo de verdad". Después de medio reir por no llorar con fantásticas producciones como "Llamada Perdida" o "Dark Water" (lo de esta última para matarme porque me tragué la versión original de Nakata y el remake americano), me juré a mi mismo una y otra vez "Esta es la última vez que me arriesgo con el cine oriental de terror". Pero claro como tengo una boca como un buzón de correos (a ver Quique que te veo venir) y por ella precisamente muere el pez, pues la he visto esta tarde...Y ¿Qué se puede decir de Shutter? Pues lo mismo que con cualquier película que veas de terror oriental: actores inexpresivos, suspuestos sustos más que previsibles y una trama cogida por los pelos y nunca mejor dicho: ¡Pero que obsesión que tienen los chinos con las tías con el pelo oscuro y largo, coño! ¡Que el pelo largo no da miedo! (bueno, a algunos seres con el pelo largo si que me he cruzado yo por la calle que dan algo de miedo). Tendré que preguntar a Haykus a ver cual es la explicación, que él está más puesto en el folklore oriental para que me ponga al día). La historia se vuelve a agarrar esta vez a los medios audiovisuales y técnológicos (se ve que como ellos son siempre punteros en este terreno lo utilizan hasta la saciedad): esta vez no es una cinta de vídeo como en "The Ring" o un teléfono como en "Llamada Perdida"; ahora son las fotos. Y es que ahora es precisamente el fantasma de la señora de turno de pelo largo y negro, la que se dedica a perseguir a los pobres protagonistas para darles más sustos que Chiquito de la Calzada presentando el telediario. Esta de aquí abajo es precisamente la pobre criatura de la que hablo. Vamos si no tienes nada mejor que hacer un domingo por la tarde como yo, pues...¡Tampoco se te ocurra ver este castañazo de película!. Menos mal que ayer disfruté volviendo a ver "Dark City", una de las mejores películas de ciencia ficción que he visto en mucho tiempo. Además en versión original, esta vez y me gustó más aún que la primera vez. Una historia de asesinatos, de una ciudad donde nada es lo que parece, donde tus recuerdos pueden no ser los tuyos, si no los del vecino y dónde aparecen los barberías y los cines de una noche para otra...porque...¿Hay día después de la noche? ¿O no...? En fin un peliculón, bajo mi punto de vista para todos los que disfrutan con la ciencia ficción del mismo director de "El Cuervo" (Alex Proyas, el mismo que dirigió aquel fantástico "Magic Touch" de mi amado/odiado Mike Oldfield).

Y todo este fin de semana aderezado con la estupenda voz de Estrella Morente. He de reconocer que yo no soy mucho de flamenco y que además mis conocimientos se limitan a los mágicos dedos de David Peña Dorantes
Pero es que es completamente imposible no caerse a los pies de Estrella. ¡Que voz! Es como si te metieran un puñal en el corazón y te lo retorcieran una y otra vez y te desangraras de puro placer. Su último disco al que estoy dando muchas "orejas" este fin de semana se llama "Mujeres" y precisamente trata de hacer un homenaje a diversas mujeres de la canción, de todo tipo de paladares y texturas: de Chavela Vargas a Nina Simone, de Imperio Argentina a Carmen Linares. Eso si, todas ellas pasadas por el alma, corazón y voz de Estrella Morente. Ya seas un amante del flamenco o no te guste nada en absoluto, dale una oportunidad a esta voz porque hay sentimientos universales que independientemente del idioma que utilicen, se van abriendo camino por tus oídos y sin que te des cuenta, se meten dentro y "remueven".

miércoles, agosto 02, 2006

Pétalos rojos

...cuando el azuloscurocasinegro se va tornando rojo...

Revienta mis sienes
de pétalos rojos
y finas agujas

Pasea mi corazón
por estepas oscuras
y cascadas cristalinas

Esconde mis ojos
donde tu y tu pecho
sólo conocen

Haz con los harapos
de mi alma
un manto irisado

Y descúbreme el
universo lleno de estrellas
para volver a respirar
a latir, a vivir

Andonis